Venezuela podrá tener dificultades económicas. Pero, ¿qué país no las tiene? Y, para qué negarlo, compensa de sobra dichas dificultades con su reciente praxis constitucional, la cual es una fuente inagotable de éxtasis para quienes se dedican a la noble disciplina del derecho constitucional comparado. Por si hiciera falta dar una idea de lo que tenemos en mente, recordemos brevemente lo acontecido hasta ahora tan sólo en el último año, de menor a mayor según el grado de dificultad.
Antes de terminar el recuento de votos, las autoridades venezolanas ya saben cuál es el resultado (Maduro ganó el recuento y otros chistes judíos); Maduro sabe quién votó por él y quién no (Voto de autor); Chávez asumió virtualmente la presidencia de Venezuela (y virtualmente en sentido literal: no tuvo que estar presente para hacerlo: El pueblo elegido) y finalmente una verdadera metempsicosis constitucional: Chávez, después de muerto, se le apareció a Maduro en la forma de un pajarito (lamentablemente, no queda claro qué le dijo Chávez en su estado metempsicótico, pero sin duda el hecho más deslumbrante es la metempsicosis en sí misma, no tiene sentido concentrarse en qué fue lo que dijo el pajarito, aunque es muy difícil resistir la tentación de evocar el viejo cuento sobre el truco del el mono ventrílocuo que tocaba el piano acompañando a un gato cantor).
Por si todo esto fuera poco, seguimos entregando damas y caballeros. Nos acabamos de enterar de un nuevo episodio de este verdadero relato homérico que es sin duda la praxis constitucional venezolana. Este episodio es verdaderamente insólito, si es que los otros no lo son. En efecto, en un museo venezolano hoy en día hay una reproducción fascimilar del Acta de Independencia de Venezuela del 5 de Julio de 1811 en la que consta la firma de Hugo Chávez (click).
Por supuesto, es un lugar común hoy en día indicar la estrecha relación que guarda la historia con el presente, particularmente con la política contemporánea, e incluso preguntarse por los "what ifs", qué hubiera pasado si tal acontecimiento habría tenido lugar o no. Y algunos, los mayores, recordarán aquella serie de TV de los años setenta "El Túnel del Tiempo", en el que dos científicos eran parte de un proyecto experimental estadounidense, cuándo no, que permitía viajar en el tiempo, tanto al pasado como al futuro, pero que no permitía volver al presente. Como muestra, el siguiente botón de uno de los protagonistas mientras trataba de convencer al capitán del Titanic de que el barco se iba a hundir:
Así y todo, nuestros lectores seguramente compartirán nuestro asombro: mientras que algunos dudaban de si Chávez pudo haber firmado ciertos decretos estando muy enfermo y ni qué hablar de la sospecha de si estaba siquiera vivo al momento de su asunción virtual ¿qué deberíamos decir ahora? Si es digno de elogio viajar en el tiempo estando vivos, es aún más sorprendente y encomiable viajar en el tiempo desde el siglo XXI hasta el XIX estando muertos. Por si a alguno se le ocurriera agregar que sería aún más meritorio añadir un desplazamiento en el espacio al viaje en el tiempo, como por ejemplo el del yankee de Mark Twain que lleva la tecnología, el republicanismo y el protestantismo a la Inglaterra de la corte del Rey Arturo, es obvio que la historia de Twain es literatura (y la serie de TV era considerada de ciencia ficción) mientras que lo que Chávez ha logrado es parte de la realidad constitucional venezolana.
Sin embargo, no faltarán los escépticos, por no decir ateos o nihilistas, que subestimarán los logros de la práctica constitucional chavista, reduciéndolos a una explicación racional, tal como por ejemplo lo hizo Madame du Deffand, famosa amiga de Voltaire, con la extática narrativa del Cardenal de Polignac sobre San Denis, el santo patrón de París. En efecto, el Cardenal le contó la historia de San Denis, el santo evangelizador de la Galia c. 250 que se convirtió en el primer obispo de la entonces Lutecia. Habiéndose negado a adorar un dios pagano, ni siquiera bajo tortura, fue condenado a muerte en el templo de Mercurio, en lo alto de la colina de Montmartre, donde hoy se alza la basílica del Sagrado Corazón. La leyenda cuenta que San Denis y otros más fueron ajusticiados antes de llegar a la cima de la colina. Y podemos imaginarnos sin duda la sorpresa de los legionarios cuando San Denis, se levantó del suelo, recogió su cabeza y se puso a recorrer varios kilómetros de París con la cabeza bajo el brazo, aparentemente hasta que encontró una sepultura decente ofrecida a la sazón por la señora Catulla. Cuando Madame Du Deffand escuchó esta historia de boca del Cardenal, comentó: "Ah Monseñor! Es sólo el primer paso el que cuesta".
Recomiendo revisar nuestra acta de la Independencia, y de paso las actas capitulares de la Semana de Mayo. Ya agregaron un nuevo prólogo al informe de la CONADEP, por lo que hay que estar prevenidos. Por supuesto, nada mágico existe en todo esto, es simplemente la tentación de todo gobernante de apropiarse del pasado y utilizarlo para sus necesidades actuales.
ResponderEliminarPor suerte agregaron la firma del Comandante a una copia del acta. Si decian que la firmo desde el "mas alla", hubiera sido demasiado.
ResponderEliminarAunque me hubiera gustado escuchar la explicacion y justificacion de algunos argentinos chavistas que conozco.