«La causa victoriosa complació a los dioses, mas la vencida a Catón» (Lucano, Farsalia, I.128-9).
domingo, 4 de noviembre de 2012
Delenda est Santa Fe
De un tiempo a esta parte muchas voces han indicado su preocupación por el hecho de que la antinomia “amigo-enemigo” ha capturado el discurso y la práctica de la política fundamentalmente kirchnerista, debido a que dicha antinomia confunde a la política con la guerra. Ya habíamos discutido este tema en otro lugar (click), y mencionado que fue el republicanismo clásico el que inventó este negocio, pero siempre queda algo por aclarar. En efecto, esta confusión tiene varias dimensiones, sólo la primera de las cuales es la más conocida, esto es, el reemplazo del debate por la violencia más o menos simbólica. Hasta donde sabemos, ciertamente, el kirchnerismo no es acusado de ejercer violencia física sino cierta clase de violencia "simbólica".
Una segunda dimensión que suele ser pasada por alto atañe al lugar o esfera en que sucede el conflicto. Verdaderos precursores del uso político de la antinomia como los romanos creían que quienes peleaban contra la república de Roma en defensa de su patria tenían la misma motivación que los soldados romanos al pelear por la suya, por lo cual trataban a sus enemigos como sus pares en términos morales: toda guerra tenía lugar entre patriotas. Es por eso que los generales romanos victoriosos se sentían honrados al ser nombrados, tal como nos lo recuerda Hobbes en su epístola dedicatoria a los Elementos Filosóficos. Del Ciudadano “africanos, asiáticos, macedonios, aqueos” precisamente según las naciones que habían saqueado en “casi todo el orbe de la tierra”. Designar a alguien como un enemigo entonces equivalía a tratarlo como un par, como una imagen de uno mismo, incluso, si no sobre todo, a quienes querían destruir a Roma como Cartago. Cuando Roma se quedó sin enemigos, tal como lo observó Lucano (el autor del acápite del blog), no le quedó alternativa que hacerse la guerra a sí misma.
Una tercera dimensión abarca el status de los combatientes. Por definición, el anti-kirchnerismo es demonizado por el kirchnerismo por el mero hecho de oponérsele. Esta subestimación moral sale a la luz toda vez que reparamos en que el anti-kirchnerista no es un opositor más sino que es un enemigo del pueblo, un descalificativo a todas luces fulminante. Por lo cual, el kirchnerismo en lugar de aplicar una metáfora bélica o agonal sin más a la política, sigue la idea de raigambre medieval de guerra justa según la cual todo aquel que se opone al kirchnerismo se halla en inferioridad de condiciones morales ya que es un agresor que ataca a su víctima, en este caso el pueblo. Los únicos que pueden darse el lujo de atacar al pueblo, recordemos, son los monárquicos, la aristocracia y los extranjeros.
Ciertamente, la militarización del discurso político no es deseable en sí misma. Pero puede ser ilustrativa y además es muy extendida: términos como “polémica”, “búnker”, “militantes”, “campaña”, etc., sólo connotan el desacuerdo o conflicto constitutivo de la política por el cual la toma de posición política implica que nuestros argumentos son tan atendibles como los de quienes se nos oponen. El enfrentamiento entre iguales es constitutivo del conflicto político.
Finalmente, el kirchnerismo suele oscilar entre (a) el reclamo de una posición moral frente a sus adversarios debido a que defiende los intereses del pueblo y (b) una retirada estratégica a un terreno político-instrumental (click) mediante la cual puede explicar sus alianzas puramente políticas con adversarios de ayer, y quizás de mañana, sin hablar de sus pasos en falso sean legales o morales, debido a que precisamente defiende la causa popular. En otras palabras, uno de los flancos débiles del kirchnerismo consiste en su fascinación por la concepción agonal de la política sin estar dispuesto a reconocer a sus rivales como pares en un agon. Por tentador que sea, en política no debemos criminalizar ni demonizar a nuestros adversarios. En realidad, la descalificación suele ser una forma encubierta de reconocer la inferioridad propia y la necesidad de debilitar al adversario. Pero muy pocos están en condiciones de hacer frente al desafío que presenta la autonomía normativa de la política.
Muy interesante.
ResponderEliminarMe lleva a comentar lo que estuve pensando en estos dias con el tema de la represion en el borda. Conozco ferreos defensores de cfk que salieron indignados por este tema. Pero en los casos de represion en provincias oficialistas parecen no relacionarlo con la presidenta.
Con este y otros temas me da la sensacion que cfk logro este "don" de que todo lo bueno es obra de ella, y lo malo... bueno... es atribuible a otras causas.
Vuelvo a citar el debate Gargarella-Macco donde este ultimo consideraba "asignaturas pendientes" todo lo cuestionable del gobierno.
Lo mismo hizo Horacio Gonzalez en debate con Alejandro Katz cuando al hablar de la ley de glaciares dijo que este tema tenia que ser tratado a futuro por su importancia, cuando el momento y la oportunidad de tratarlo estuvo, y paso!!
Estos dos ejemplos solo para citar algunos. No llego a entender como mucha gente puede comprar este relato de la asignatura pendiente, y que cfk hace todo bien y no se equivoca.
Tristemente muchos que lean esto automaticamente me tildarian de anti K, sin importar nada mas. Lo que nos devuelve a mi jucio a la antinomia “amigo-enemigo”.
Muchas gracias por el comentario. Estamos totalmente de acuerdo en que el derecho penal es para todos y todas. Si Macri comete delitos está mal, y si lo hace Cristina, también, mal que nos pese (http://lacausadecaton.blogspot.com.ar/2013/04/derecho-penal-para-todos-y-todas.html). Compartimos completamente el asombro ante quienes no parecen ser capaces de comprender este punto.
EliminarMe olvide de agregar, que probablemente muchos, en su "necesidad de creer" en algo, terminando siendo seducidos por relatos poco convincentes, contradictorios, etc...
EliminarPor las dudas aclaro, que no me refiero a ningun partido/figura politica en particular (¿Redundancia o Magnanimidad? jejeje)