jueves, 19 de septiembre de 2019

ATENCIÓN: ESTA ENTRADA CONTIENE UNA ESCENA DE POSITIVISMO EXPLÍCITO



[Dado que esta entrada contiene una escena de positivismo explícito y por lo tanto infringe las normas comunitarias de Facebook, recomendamos que no sea leída por menores de edad o en todo caso lo hagan acompañados por un mayor. Muchas gracias]


En el diario catalán, El Periódico, ha aparecido una nota muy curiosa sobre la sentencia eventual del caso del “procés” independentista escrita por el Profesor Jordi Nieva-Fenoll, catedrático de derecho procesal de la Universidad de Barcelona (click).

El propósito central de la nota consiste en distinguir entre el acatamiento y la obediencia a una sentencia, debido a que por un lado, un sector del independentismo catalán ha anunciado que no acatará la sentencia si se es condenatoria, y quienes se oponen al independentismo han declarado que existe la obligación de acatar la sentencia sea cual fuere.

El punto de Nieva-Fenoll consiste en que bajo un Estado de Derecho la obediencia a una sentencia está fuera de discusión. Nadie puede desobedecer una sentencia legítimamente. La situación del acatamiento es diferente ya que, como reza el diccionario de la Real Academia, consiste en “tributar homenaje de sumisión y respecto o aceptar con sumisión una autoridad o una orden de la misma”, lo cual es incompatible con la libertad de expresión característica de un Estado de Derecho y por lo tanto por más que tengamos la obligación de obedecer una sentencia bajo dicho Estado sin embargo somos libres de expresar nuestra discrepancia con la misma. En un Estado de Derecho, entonces, si bien tenemos la obligación de obedecer una sentencia, el acatamiento es irrelevante.

Lo que nos asombra, sin embargo, por no decir que nos causa estupor, es que en España, o en Cataluña quizás para no correr riesgos innecesarios, todavía haya profesores de derecho que sostengan, como lo hace el Prof. Nieva-Fenoll, el párrafo siguiente que transcribimos a continuación de manera textual tal como lo pueda comprobar cualquiera que se tome el trabajo de leer la nota de marras (de hecho rogamos a nuestros lectores que lo hagan y nos ayuden a confirmar que la cita es precisa):

El Código Penal dice lo que dice, y no se puede manipular para hacerle decir lo que nunca quiso el legislador que dijera. El juez aplica la ley; no es su creador y por tanto tiene que obedecerla, sin pretender acomodarla a sus deseos, mucho menos si son políticos o simplemente emocionales” (SIC).


Da la impresión de que el Prof. Nieva-Fenoll está hablando en serio, es decir, que no se trata de una broma, sino que él realmente cree que, otra vez (y perdón por la insistencia pero no salimos del asombro), “El Código Penal dice lo que dice, y no se puede manipular para hacerle decir lo que nunca quiso el legislador que dijera. El juez aplica la ley; no es su creador y por tanto tiene que obedecerla, sin pretender acomodarla a sus deseos, mucho menos si son políticos o simplemente emocionales”.

Evidentemente, el Prof. Nieva-Fenoll opina como si no hubiera oído hablar del interpretativismo, de la ponderación y/o del neoconstitucionalismo. En lugar de sostener que es más complejo, que el derecho es una cuestión de interpretación, que hay que ponderar los principios en juego, ver el derecho en su mejor luz, ver cuál capítulo agregará el juez penal a esa novela en cadena que es el derecho, dice, en cambio, insistimos (y perdón otra vez por la insistencia) que “El Código Penal dice lo que dice, y no se puede manipular para hacerle decir lo que nunca quiso el legislador que dijera. El juez aplica la ley; no es su creador y por tanto tiene que obedecerla, sin pretender acomodarla a sus deseos, mucho menos si son políticos o simplemente emocionales”.

Si esta nota apareciera en un periódico argentino provocaría el asombro (como en nuestro caso) o directamente haría sonreír al mundo forense, como si tratara de una entrada irónica en algún blog de esos que abundan en la red, o en todo de una ingente ingenuidad, si se nos permite la cacofonía.

Cabe preguntarse si en España, Cataluña—o Europa tal vez para no correr riesgos como decíamos más arriba—, estas consideraciones del Prof. Nieva-Fenoll son comunes, o si se trata de un caso aislado de positivismo (con perdón de la palabra) que se ha quedado atascado en el cambio de siglo entre Montesquieu, Beccaria y Constant y es por eso que cree que (rogamos nuevamente nos perdonen pero...): “El Código Penal dice lo que dice, y no se puede manipular para hacerle decir lo que nunca quiso el legislador que dijera. El juez aplica la ley; no es su creador y por tanto tiene que obedecerla, sin pretender acomodarla a sus deseos, mucho menos si son políticos o simplemente emocionales”.

Toda contribución de los lectores que contaran con información relevante a este respecto, que ayude a esclarecer este punto, será más que bienvenida. Muchas gracias por su colaboración.

domingo, 15 de septiembre de 2019

La Tostadora en Vivo en Miami

Garantismo, punitivismo e interpretativismo de lesa humanidad en el Interamerican Institute for Democracy.


martes, 3 de septiembre de 2019

Neocolonización o Desneocolonización mental: esa es la Cuestión



Página 12 de hoy (click) publica una nota muy interesante de Jorge Halperín en la cual el autor trata de reconciliar dos hechos que a primera vista son irreconciliables. Por un lado, el hecho de la neocolonización mental producido por los medios hegemónicos neoliberales. Por el otro lado, el rotundo triunfo en las últimas elecciones del kirchnerismo, baluarte de la resistencia anticolonialista.

En efecto, por un lado, existen "mecanismos por los cuales es atrapada la subjetividad de la masa, y lo hace con tanta eficacia que uno experimenta un sentimiento de angustia parecido a una idea de cárcel por el poder extraordinariamente superior de quien administra esa colonización". Por el otro, Cristina arrasó en las últimas elecciones de tal forma que ha roto "súbitamente la magia negra de la neocolonización y obediencia de la masa el 11 de agosto con las PASO. La gente votó en forma aplastante lo contrario al mandato neoliberal, a los medios y al odio a los demás".

Es muy tentador caer en la falacia neocolonial de creer que una de las dos tesis resultó ser falsa, por lo cual no hay nada que reconciliar. Dado que no hay razones para dudar de la legitimidad del triunfo de Cristina en las PASO, no queda otra alternativa que hablar de "magia negra" neoliberal puede ser muy eficaz irónicamente, pero no es nada más que eso. Halperín, sin embargo, se resiste a dejar de creer en la magia negra neoliberal.

Halperín, por su parte, se da cuenta de que la magia negra opera solamente cuando Cristina pierde: "en algún momento ese poder hegemónico colonizador de las mentes pierde eficacia, se fractura. Ya sucedió antes: en 2011 cuando CFK, tan golpeada en 2008 y 2009, rompió la influencia de los medios tan hostiles y ganó con casi el 55% de los votos". Claro que para poder darse cuenta de esto nuestras mentes ya deben estar fuera del alcance de la neocolonización neoliberal.

Cristina, entonces, es esa "fuerza en la sociedad" capaz de frenar "ese poder impresionante del neoliberalismo y sus complejos dispositivos de obediencia". Se trata de una estadista cuyas virtudes son tales que si bien, como dice Halperín, "sus enemigos más furiosos, los caceroleros del 24A" le espetan términos como "chorra", "Kretina", "dictadora", pero jamás se refieren a ella como "fracasada". En cambio, a los epítetos morales que recibe el Nerón argentino (como lo llama a Macri Juan Carlos Monedero, que como dice Martín Granovsky es el español que más sabe sobre América Latina: Asterix contra Nerón) se les ha sumado últimamente el de "fracasado", ni más ni menos que de la boca de Mirtha Legrand.

Al final de cuentas, Thomas Carlyle tenía razón. La historia finalmente depende de la agencia de grandes personajes o héroes, en este caso una verdadera heroína, capaz de impedir que un pueblo sea colonizado mentalmente por los medios hegemónicos neoliberales. Ojalá que se trate de una estirpe, si es que queremos mantenernos lejos de la colonización mental por mucho tiempo.