Cuando todavía resuenan los ecos del debate sobre el garantismo penal (debate que ha cobrado vida propia a tal punto que hace tiempo que cuenta con su propia etiqueta: 2 x 1) en estos días emerge la discusión sobre la educación pública laica. Como viene la mano, dada esta progresión (garantismo, educación pública laica, su ruta), no nos extrañaría que la próxima discusión fuera sobre la esclavitud.
De hecho, estamos releyendo la teoría de la esclavitud natural de Aristóteles para que la defensa de semejante posición no nos tome tan de sorpresa como lo hizo la reciente defensa del punitivismo extremo la cual equivale a creer que hay seres humanos que no tienen derechos humanos. Dicho sea de paso, como ya hemos dicho en otra oportunidad, también estamos releyendo los argumentos a favor y en contra de la invasión de Polonia para que tampoco nos sorprenda un eventual debate al respecto.
Si de sorpresas hablamos, la propuesta del Gobierno de Salta según la cual, en pocas palabras, “los chicos que no quieran rezar en las escuelas públicas que no lo hagan” (La Nación) nos hizo acordar de la siguiente historia que solía contar Norman Erlich. Un israelí llega a la aduana de su país con varios artefactos electrónicos (televisores, reproductores de DVD, etc.) y el oficial de aduana le pregunta:
- “¿Qué es lo que trae al país?”
- “Comida para pollos”.
- “¿Cómo que 'comida para pollos'? ¿Televisores, reproductores de DVD, radios, etc., son 'comida para pollos'?”.
- “Claro, comida para pollos. Yo se los doy a los pollos y si los pollos no lo quieren comer entonces lo vendo”.
En realidad, le agradecemos profundamente al Gobierno de Salta que no haya apelado al interpretativismo para defender su posición, ya que por suerte parece saber que alegar que algo debe ser interpretado o “es más complejo” o “es un debate” jamás puede ser un argumento o una herramienta de análisis sino una manera de postergar innecesariamente la discusión.
Un argumento que tal vez se podría utilizar en defensa de cierto tipo de educación religiosa es otra historia que también contaba Norman Erlich. Un niño judío ortodoxo lleva a su casa constantemente boletines con notas vergonzosas, bajísimas. El padre, cansado del rendimiento, decide entonces enviarlo a un colegio católico pupilo. El niño lleva a su casa el boletín del nuevo colegio y tiene diez en todas las materias. El padre asombrado le pregunta: "¿Cómo puede ser? ¿Qué pasó?" y el niño le contesta: "Mirá, el primer día me llevaron a recorrer el colegio. Me mostraron todas las instalaciones. Al final me llevaron a la capilla, recorrimos todo el largo pasillo hasta el altar y ahí un sacerdote me dijo: '¿Ves ese señor que está crucificado ahí arriba? Era judío como vos'. Y entonces ahí me dije, chau, acá no se jode".
Ya que estamos tratando la religión, quisiéramos aprovechar la ocasión para despejar una confusión. En efecto, a pesar del desacuerdo entre algunos defensores de la educación pública laica y algunos defensores de la educación religiosa, por momentos existe un acuerdo entre ambos acerca de los términos de la discusión, como si las opciones fueran ateísmo extremo (o la desconexión absoluta entre asuntos religiosos y públicos) o sacralización total. Esta manera de plantear la discusión ignora, entre otras cosas, que tanto el garantismo penal cuanto la noción de laicidad o secularización (y de paso, como viene la mano, aclaramos que también la abolición de la esclavitud), es decir, dos (o tres) de los pilares del discurso liberal, se los debemos casi enteramente al Cristianismo.
Hablando de Roma, como explica Paolo Prodi, "la experiencia única de Occidente" consiste en haber dado origen a un "dualismo entre poder espiritual y poder temporal madurado en el contexto del cristianismo occidental. Ese equilibrio es lo que permitió construir las modernas identidades colectivas de patria y nación, conciliándolas con el desarrollo de los derechos del hombre" (Una historia de la justicia. De la pluralidad de fueros al dualismo moderno entre conciencia y derecho, p. 12).
Para ser más precisos, la identificación secular de una esfera reservada para la conciencia y elección individuales, en otras palabras la noción de que existe una esfera de libertad que debe ser protegida por la ley, es una noción que se remonta hasta San Pablo—o Pablo de Tarso para que no intimide tanto el rango religioso—.
A decir verdad, Pablo de Tarso creía que semejante libertad era posible solamente dentro de la Iglesia. La ironía fue sin embargo que las propias intuiciones de libertad e igualdad morales generadas por la Iglesia terminaron siendo utilizadas en contra de la propia Iglesia, aunque bastante tiempo después y contra una Iglesia bastante diferente de la originaria.
Podemos decir entonces que el liberalismo no es sino la secularización más o menos colateral del discurso cristiano. Este es precisamente el reciente mensaje de Inventing the Individual. The Origins of Western Liberalism (Harvard University Press, 2014), escrito por Larry Siedentop, un profesor liberal de Oxford.
Ciertamente, la idea de que la cultura occidental tiene una deuda con el Cristianismo en relación a los valores que más le interesa proteger, en particular en relación a los derechos humanos, es más vieja que el hilo negro. De hecho, un liberal, aunque bastante desencantado, como Donoso Cortés ya sabía a mediados del siglo XIX que la “escuela liberal”, “en su soberbia ignorancia desprecia la teología, y no porque no sea teológica a su manera, sino porque, aunque lo es, no lo sabe” (Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, BAC, p. 210).
Sin embargo, no pocos liberales todavía ignoran o no quieren reconocer la gran deuda intelectual y política que tienen con el Cristianismo y/o con la teología política en general, lo cual hace que a veces, quizás sin saberlo, los propios liberales sean proclives a re-divinizar la sociedad, irónicamente en aras de la secularización total.
Por su parte, del otro lado del mostrador, los propios cristianos deberían reconocer que están peleando contra una invención cristiana y por lo tanto tienen que reconocer la importancia de la protección de la esfera de libertad mencionada más arriba por la que el propio Cristianismo tuvo que luchar durante siglos.
Tal vez la confusión se deba por otro lado a que por momentos da la impresión de que la discusión tiene lugar entre el materialismo liberal y el espiritualismo religioso, como si el secularismo liberal fuera equivalente a un mero consumismo (o utilitarismo muy mal entendido) y la falta de convicción. En realidad es al revés, ya que el secularismo ha sido empleado precisamente en contra del Cristianismo cuando ha hecho falta, como por ejemplo cuando la Iglesia terminó siendo asociada con la jerarquía social y la coacción antes que con la igualdad moral y la protección de la conciencia.
Obviamente, sería un grave error histórico-conceptual creer que el liberalismo existía siempre ya dentro del discurso cristiano, o que el liberalismo no agregó nada relevante al recuperar o profundizar una tradición preexistente en términos de igualdad, derechos individuales, etc., y que por lo tanto el liberalismo es redundante. En realidad es al revés: el liberalismo, por ejemplo en materia penal y religiosa, sigue siendo más necesario que nunca. Nuestro punto en cambio consiste en que tanto el ateísmo militante cuanto la re-sacralización ignoran no solamente la genealogía de la discusión sino asimismo su estructura conceptual.
En verdad, una de las varias lecciones que puede aprender el liberalismo del Cristianismo es que para ser secular hace falta contar precisamente con otra esfera precisamente no secular o religiosa. E incluso a los ateos "militantes" tal vez les convenga recordar que la noción de una “hermandad de personas autónomas” sin mediación institucional alguna no solamente suele ir acompañada por una filosofía de la historia teleológica o progresista—en el sentido literal y originario de la expresión—sino que además ella misma es reveladoramente una noción religiosa perteneciente a Joaquín de Fiore, un monje cisterciense milenarista del siglo XII (v., v.g., Eric Voegelin en The New Science of Politics, pp. 112-113). Da la impresión entonces de que mientras haya seres humanos va a haber religión y/o teología, más o menos camuflada.
Para concluir, las libertades públicas no tienen por qué ser necesariamente una amenaza para la Iglesia y quienes defienden la posición liberal a su vez no deben considerar a la Iglesia necesariamente como su enemigo. En todo caso, quienes creen que el liberalismo y la religión—en este caso el Cristianismo—están y deben estar absolutamente desconectados, tanto en su genealogía cuanto en su estructura conceptual, lamentablemente no entienden acabadamente ninguna de las dos cosas. Semejante malentendido es un lujo que no nos podemos dar en una época como la nuestra en la cual todavía queda tanto por hacer en materia de protección de las libertades humanas y en la que todavía se usa la violencia al servicio de causas religiosas.
Muy buena su reflexión, don Catón. Como siempre, sofisticando el debate.
ResponderEliminarSolo me permito hacer un modesto aporte señalando que la discusión respecto al lugar del discurso religioso en la esfera pública excede un mucho los supuestos materiales en los que esta planteado el caso de la educación religiosa en las escuela de Salta. El caso judicial, por sus aspectos materiales, quizás favorezca la aparición en el debate público de argumentos vinculados a la ideología laicista (nada liberal en sus argumentos, como el amicus curiae presentado por Alegre y Gargarella ante la Corte), junto con otro conjunto de argumentos basados en un confesionalismo igualmente intolerante y anti-liberal.
Estas posiciones llevan a la caricaturizacion del oponente, en donde por ejemplo para un laicista extremo toda simbología religiosa o presencia de argumentos de origen religioso es, es si mismo, negativo. Contar esto, podemos hoy en día sostener que muchas de las mejores causas que defiende el liberalismo son perfectamente coherentes con un discurso religioso Católico como el de Francisco, particularmente las relacionadas al minimalismo en el derecho penal, la toleracia, el ecumenismo, la no discriminación y el ir hacia los "periféricos", los distintos, los excluidos, etc.
Quizás desde el liberalismo no haya que tener tanto temor al discurso religioso, pues dentro del mismo uno puede encontrar una vitalidad en los principios que pueden favorecer el debate público en democracia, tal y como lo vienen sosteniendo Taylor y lo acepta Habermas. El discurso religioso del cristianismo actual puede ser una forma de entrar al debate público de una forma bastante liberal, y no de aplastar al que piensa distinto.
Saludos
Muchas gracias Yago por el comentario. Me parece que estamos totalmente de acuerdo. El sentido de esta entrada era precisamente el de no caricaturizar al oponente y por el contrario mostrar que el liberalismo sería impensable por lo menos sin el Cristianismo.
ResponderEliminarEstimadisimo Sr. Catón: Gracias por esta magnifica reflexión y por la belleza de este Caravaggio -el cual generara tanta polémica en su momento- y por recordarnos cómo Saulo devino San Pablo. Graciela Soler
ResponderEliminarMuchas gracias Soler! El cuadro es extraordinario.
ResponderEliminarMuy interesante y muy provocador, como siempre. Agradezco la claridad conceptual para dejar sentado el punto donde tiene lugar la emergencia de un supuesto diferendo. Habrá que ver si lo que se pone en juego en el desacuerdo jurídico planteado ahora remite necesariamente a él o, complementariamente, adiciona otros condimentos que habrá que considerar y otras mediaciones institucionales a sopesar. En cualquier caso, es un tema para pensar y no caer en el simplismo con que, muchas veces, se posterga la reflexión, muchas veces, ad infinitum.
ResponderEliminarAprovecho el comentario de Alejandro para plantear una duda respecto del argumento de la "comida para pollos". Dicho argumento se apoya en una creencia determinada respecto del lugar de la religión en el espacio publico y si la educación pública debe ser laica o religiosa. Uno puede entender que lo mejor es que el espacio público este libre de la interferencia de las religiones, o apoyar en virtud de ciertas tradiciones culturales del país la injerencia de la Iglesia Católica en al educación pública. Ambas miradas, de tiente perfeccionista, la laicista y la clericalista, han tenido sus voceros en las recientes audiencias públicas ante al Corte por el caso Salta.
ResponderEliminarAhora bien, de lo que cada uno de nosotros prefiera o entienda que es lo correcto como política publica respecto del lugar de la religión en las sociedades modernas ,no se infiere la constitucionalidad o inconstitucionalidad de una norma. Por el contrario, como usted bien lo demostró en caso del "2x1" el razonamiento constitucional no es una libre aplicación de mis preferencias personales,ni surge a partir del de "test de la mirada" de la cara del cliente, ni de ninguna otro criterio que no sea lo establecido en la norma. Por ellos, ninguna interpretación puede salirse de los marcos que la Constitución y las leyes establecen, me gusten o no esos marcos vigentes.
En el caso de de la Educación religiosa en Salta, las normas constitucionales y la legislación sobre la materia parecen tener perfecta legitimidad de acuerdo al derecho público provincial y al art. 5 de la Constitucional Nacional que exige que las constituciones provinciales aseguren "la educación primaria".
Si existe alguna tensión será en los supuestos fácticos del caso; no si esta bien o mal que exista la educación religiosa en los colegios de Salta, sino si esa practica vulnera la libertad religiosa del art. 14 y la autonomía personal del art. 19 de la Constitución nacional en el caso de los agnósticos, ateos o practicante de otros cultos religiosos.
Si esta bien o mal la educación religiosa parece ser mas para un debate de filosofía política o para un proceso constituyente, pero no debería ser la base de la interpretación constitucional a partir de las normas vigentes.
¿Estoy muy equivocado?
Gracias y perdón por la extensión.
Estimado Yago: muchísimas gracias por su comentario. Como si nos hubiéramos leído la mente mutua e increíblemente, mientras Ud. literalmente subía su comentario el blog acaba de subir una nueva entrada distinguiendo entre nuestra filosofía política favorita (hecha pública en esta entrada) y lo que dictamina el derecho constitucional vigente. En otras palabras, estamos predicando para el coro y estamos esencialmente de acuerdo acerca del cuadro de situación. Lo invito amablemente a que eche un vistazo a la nueva entrada: http://lacausadecaton.blogspot.com.ar/2017/08/filosofia-politica-o-derecho.html.
ResponderEliminarMuchas gracias al blog por compartir con nosotros, hay que tener en cuenta que orar es lo más importante para poder tener la protección de Dios.
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