viernes, 23 de diciembre de 2016

La Despedida de un Grande de Verdad: Hernán Brienza




Esta es una entrada que jamás siquiera imaginamos que íbamos a tener que escribir: Hernán Brienza, debido a una burda conspiración de la ultra-izquierda, los medios corporativos y el macartismo neofascista, como tantos otros (Boudou, Barone, Sandra Russo, Mariana Moyano, etc.), se vio forzado a anunciar su despedida de la esfera pública (click).

Se trata de uno de esos acontecimientos, como el 11 de septiembre de 2011 o el gol de Maradona contra los ingleses (honestamente, cualquiera de los dos), que nadie puede olvidar dónde se encontraba cuando sucedieron. Es un día que vivirá en la infamia, como muy bien dijera Francis Delano Roosevelt respecto al bombardeo de Pearl Harbor.

Vae victis! ¡Ay de los países que permiten que un pensador como Hernán Brienza abandone la palestra y se conforme con la paleta (o algún otro corte de carne más barato)!

Las únicas buenas noticias son que nuestros lectores no necesitan que les recordemos la cantidad y la calidad de la publicística de Brienza. No por nada, la entrada más vista en toda la historia del blog es precisamente sobre este gigante (La Ley de Brienza). Pero, como suele decir sabiamente Mirtha Legrand, el público se renueva—o, como decía Heráclito, no nos bañamos dos veces en el mismo río, o, no nos bañamos dos veces, o, seamos sinceros, ¿a quién queremos engañar? algunos directamente no nos bañamos—vamos a tratar de recordar su obra.

En menudo brete nos hemos metido ya que al elegir algunas de las genialidades de Brienza nos vemos obligados a descuidar otras. Un mero repaso de su obra muestra lo titánico de nuestra tarea.
Se trata de un hombre que deja un espacio tan grande que es imposible de llenar. Probablemente haya que convocar a una licitación pública solamente para conseguir las grúas necesarias para comenzar con semejante tarea. Pero, “Así es la Vida”, con Luis Sandrini y Susana Campos, y no vamos a esquivar el bulto, si se nos permite la expresión.

Queremos recordar entonces esos verdaderos picos de rendimiento que habrían hecho sonrojar al mismísimo Sergei Bubka, si alguna vez ser obsecuente llegara a ser una disciplina olímpica.

Empecemos.

(1) su celebérrima contribución sobre la responsabilidad—que se disputan tanto la teoría moral como la del derecho—mediante la cual muestra la inocencia y la culpabilidad a la vez de Milani (click), y por qué no su Big Bang Brienza.

(2) Su no menos festejada ontología en la que explica qué significa ser kirchnerista (La ontología de Brienza).

(3) Cuando se vio lastimosamente obligado a defender por qué debía ser parte de delegación argentina en el Salón del Libro de París de 2014 (Tu querida presencia), como si hubiera hecho falta justificarlo.

(4) Cuando, como pitoniso que es, probó de forma clara y distinta que no nos merecimos a Cristina (¿Y si nada tuvo sentido?).

(5) Su paso por el INRHAIMD o Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego (La Querella de los Historiadores).

Y, last but not least, en ésta que no es, insistimos, sino una somera e injusta revisión de una obra tan profusa en calidad y cantidad como la de Brienza,
(6) el verdadero cenit de su pensamiento, su acusación formidable y terminante contra la idea misma de corrupción (Viva la Corrupción!), seguida de su consabida aclaratoria (Comprensión y Justificación en las Ciencias sociales).

No puede caber duda alguna a esta altura de que Hernán Brienza debería ser estudiado en las universidades. La única duda es cuál sería la disciplina más apropiada. ¿Ciencias Sociales (ciencia política, sociología, etc.)? ¿Psicología? ¿Neurociencias? ¿Derecho Penal? ¿Un enfoque multidisciplinario quizás? De hecho, Hernán Brienza merecería tener su propio verbo, probablemente “brienzar”, cuya definición dejamos en manos de nuestros lectores.

Nada nos haría más felices que el espacio que deja Brienza sea ocupado por Alejandro Rozitchner, pero no nos hacemos muchas ilusiones. Hacen falta varios Rozitchner para llenar semejante vacío. Somos realistas y por eso, al revés que el mayo del 68, no pedimos lo imposible.

Quedará para siempre, eso sí, nuestra etiqueta en este blog, Brienzana, que esperamos eternizará su figura. Que no sea un adiós sino hasta siempre.




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