Una parte considerable de la sociedad argentina parece estar más que dispuesta a extender el espacio de la legítima defensa a tal punto que la línea entre la defensa propia y el castigo privado parece estar en vías de extinción.
Lo que subyace a esta ampliación de la defensa propia es la creencia de que vivimos en lo que la jerga de la filosofía política suele llamar “estado de naturaleza” (y no en el buen sentido de la expresión, si es que existe). Dado que el Estado por diversas razones (ineficiencia, corrupción, falta de recursos, etc.) no cumple con su tarea de proteger la vida de los ciudadanos, estos se ven tentados a recuperar el derecho pre estatal de castigar.
Esta manera de pensar no advierte que si los particulares recuperaran el derecho pre estatal de castigar a sus agresores debido a la inacción estatal, el castigo privado no solamente rara vez disuadiría la conducta de los eventuales futuros agresores, sino que además muy probablemente socavaría todavía más la autoridad del Estado, todo lo cual no haría sino lograr que la situación presente recrudeciera aún más.
Tal como lo han enseñado los grandes pensadores del Estado moderno (Hobbes, Kant y Hegel), la línea que separa entre víctimas y agresores existe solo gracias a la autoridad estatal. Una vez que el Estado deja de tener autoridad, esa línea queda desdibujada dando lugar a un estado de naturaleza en el cual somos todos agresores y víctimas, todos nos perseguimos mutuamente. La estructura de la interacción en tal caso haría que fuera razonable y legítimo perseguir o atacar preventivamente solamente por las dudas, para no ser víctima del ataque de los demás. El castigo privado, entonces, lo único que haría es eliminar la distinción entre agresores y víctimas; pero en tal caso no tendría sentido hablar siquiera de castigo, privado o de cualquier otro tipo.
Las víctimas de un delito suelen tener naturalmente el deseo de vengarse de sus agresores, por la sencilla razón de que primitivamente, en el estado de naturaleza originario en el que vivían nuestros ancestros, no había Estado alguno y por lo tanto no había otra forma de protegerse. Ahora, que tenemos un Estado con muchos defectos, no debemos debilitarlo mediante el castigo privado, sino mejorarlo. Los ciudadanos cumplen con su responsabilidad pagando sus impuestos (amén de participar y controlar al Estado) y los funcionarios deberían cumplir con la suya.
El Estado tiene una enorme deuda con sus ciudadanos, particularmente en el área de la prevención del delito. Y debe ponerse al día (no solo castigando sino fundamentalmente atacando las causas del delito). Sin embargo, hay que ser conscientes de que el castigo privado lo único que lograría es que dicha deuda se acrecentara, con la muy previsible bancarrota final de toda la sociedad.
Fuente: Clarín.
Es cierto que una gradual generalización de la justicia por mano propia tendría muy malas consecuencias. La situación sería peor a la actual, donde el estado no sólo protege mal a los ciudadanos, sino que funcionarios estatales son muchas veces los agresores. Pero también puede ser que algunos pocos episodios de justicia por mano propia tengan buenas consecuencias. Por ejemplo, puede que sirvan para presionar a las autoridades a prevenir y castigar como deberían. Como herramienta de protesta puede funcionar.
ResponderEliminarHola Anónimo, muchas gracias por el comentario. Suena a algo así como una desobediencia civil violenta. Sin duda, es un planteo bastante innovador: hasta ahora la desobediencia civil violenta solía ser considerara como una contradicción en sus términos.
ResponderEliminarUna minucia. Parece que el texto maneja dos sentidos de "estado de naturaleza", y que uno es más fácil de aceptar que el que otro: cuando se lo entiende como momento lógico necesario de la argumentación de "los grandes pensadores del Estado moderno", asiendo comprensible, por ejemplo, que "Una vez que el Estado deja de tener autoridad, esa línea queda desdibujada dando lugar a un estado de naturaleza en el cual somos todos agresores y víctimas, todos nos perseguimos mutuamente"; y por otro, "un estado de naturaleza" más ¿histórico? ¿antropológico? que explicaría que "Las víctimas de un delito suelen tener naturalmente el deseo de vengarse de sus agresores, por la sencilla razón de que primitivamente, en el estado de naturaleza originario en el que vivían nuestros ancestros, no había Estado alguno y por lo tanto no había otra forma de protegerse". Entiendo que, aún antes del Estado moderno, no cualquiera podía castigar, por ejemplo.
ResponderEliminarEn realidad, hoy en día confluyen las dos dimensiones del estado de naturaleza. La mayor parte de la antropología contemporánea, al menos la que se rindió ante la evidencia evolutiva, le da la razón a Hobbes, quien irónicamente no contaba con los datos pero sí con la teoría. La violencia concentrada en manos del Estado redujo la mortandad violenta de tasas de hasta un 25 % en el estado de naturaleza (i.e. hasta la conformación de los Estados hace unos 4000 años, y con un promedio de un 15 % de mortandad violenta) a, v.g., 1 % en Francia (uno de los Estados más violentos de su época) a comienzos del siglo XVII e incluso 5 % en el siglo XX con guerras mundiales y todo. Para Hobbes, Kant y Hegel, además, la cuestión no era solo el número de víctimas o la violencia en sí misma sino la decisión sobre la violencia (mientras que a Hobbes le interesaban las dos dimensiones, i.e. empírica y normativa, a Kant y a Hegel sobre todo le interesaban la dimensión normativa). Los tres creían que en un estado de naturaleza hipotético en que la gente pudiera decidir sobre la legitimidad de sus acciones el resultado sería otra vez un estado de naturaleza en el sentido usual de la expresión. Pero el punto central de la nota es que a menos que estemos dispuestos a un daño recíproco y normativamente simétrico, i.e. sin líneas que separan a las víctimas de sus agresores, no queda otra que dejar el castigo en manos del Estado.
ResponderEliminarEn realidad, la nota debería haber ido todavía más lejos, sin limitarse al Estado moderno sino como bien lo indica el comentario de Anónimo 12:38 y acabamos de mencionar, la tasa de mortandad cayó con la creación de los primeros Estados. No hubo que esperar hasta el Estado moderno para ver que Hobbes tenía razón y que Rousseau se equivocaba, al menos en lo que atañe a la relación entre el Estado y la violencia.
El deseo de venganza que menciona la nota precisamente se refiere a un deseo desarrollado por los seres humanos antes de que se configuraran los primeros Estados, i.e. un deseo desarrollado hace no menos de unos 45.000 años. Los primeros Estados, en cambio, datan de hace no más de unos 4000 años, y por supuesto que el Estado moderno tiene unos cinco siglos con toda la furia. De ahí el debate que tenemos hoy, increíblemente, y todo porque nos estamos dejando de llevar por estos impulsos.
hola
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