sábado, 24 de enero de 2015

Muerte lacónica



En estas horas en las que el país, y por qué no decir el mundo, están sumidos en el desasosiego por la muerte del Fiscal Nisman, Horacio González publicó ayer una nota en la que despeja varias dudas sobre esta verdadera "muerte lacónica" (Sobre las Autorías).

No hace falta recordar que aquella primera oscilación entre suicidio y asesinato demostraba que los conceptos en juego, tal como reza el tan festejado bon mot de Nietzsche, tienen historia y por lo tanto son indefinibles. En efecto, se han escrito varias historias del homicidio y otras tantas reflexiones sobre el suicidio, y sin embargo, o precisamente por eso, hasta la mismísima Presidenta osciló entre una calificación y la otra. Después de todo, se trata de una abogada exitosa, pero no necesariamente en derecho penal. Para el futuro, quizás convenga cambiar el nombre de "homicidio" por el de "otricidio" para evitar la confusión, siempre y cuando tomemos, por supuesto, como paradigma al "suicidio".

En esta nota González toma el toro por las astas y despeja las dudas al sostener que “El suicidio es el momento de la voluntad final”. Semejante afirmación implica que si luego de haberse suicidado la persona en cuestión tuviera una voluntad posterior de escribir, por ejemplo, la carta que había olvidado dejar, entonces deberíamos revisar nuestra creencia según la cual estábamos en presencia de un suicidio.

Ciertamente, a veces González en lugar de tomar el camino simplista de la enunciación directa coquetea con lo que alguien cuyo pensamiento careciera de coordinación podría denunciar como una contradicción. En efecto, por un lado, denuncia al “mero racionalista” por creer que “Si alguien pensara ‘en sus cabales’, no se suicidaría”. Por el otro, González cree que “Un suicidio siempre es absurdo”. Es muy fácil denunciar un texto de difícil comprensión como contradictorio para ahorrarse precisamente el trabajo de pensar.

Si abandonáramos sin embargo el terreno del suicidio para entrar en el del homicidio (e insistimos en que no seríamos los primeros, y probablemente tampoco los últimos), el caso del santo patrón de París, San Denis haría pensar a más de un kuhniano ya que pone en duda la noción de “voluntad final” a la que se refiere González. En efecto, no es la primera vez que en este blog hacemos referencia a la reacción de Madame Du Deffand, amiga de Voltaire, ante la extática narrativa del Cardenal de Polignac sobre San Denis. Una vez que el Cardenal le hubo contado a Madame Du Deffand que San Denis luego de haber sido decapitado (en el siglo XXIV antes de Kirchner), recogió su cabeza y se puso a recorrer varios kilómetros de París con la cabeza bajo el brazo, ella comentó inmediatamente: “¡Ah Monseñor! Es sólo el primer paso el que cuesta”.

A primera vista, González también parece abonar una tesis conspirativa cuando afirma que “Esa muerte, sea suicidio o asesinato, ¿acaso tendría enrollado el papiro que señalaría a esa máxima autoridad como culpable?”, ya que el iniciado rápidamente podría entender que la referencia al papiro es una mención oblicua de la responsabilidad del grupo Clarín. Con tan sólo pensar en este caso en cualquier otra máxima autoridad, se nos hiela la sangre.

Sin embargo, se trata de una mera apariencia, ya que González sostiene con todas las letras que “producir una muerte cuya contundente o ensordecedora autoría obedecería a un poder innominado, que deposita un cadáver como si fuera una pirámide conmemorativa en un parque, un cuerpo que cuando era portador de vida inculpaba al máximo poder público nacional”, “revista una apariencia de verosimilitud sólo en enfermizas tramas conspirativas”. En otras palabras, semejante afirmación duda de la salud mental de quienes sospechan que detrás de la muerte de Nisman hay una conspiración. González sabe que con esto se aparta tajantemente de la posición oficial en la materia, y no le importa; al contrario, quiere dejar en claro su saludable espíritu crítico. Dicho sea de paso, nada le habría gustado más a Víctor Hugo Morales que sumarse a la denuncia de un asesinato ciertamente orquestado por Magnetto, acercándose de este modo a la posición oficial. Sin embargo, se mantuvo firme urbi et orbi con la tesis del suicidio. Respect.

Probablemente tan cansado como nosotros (Libertad o Dependencia) de quienes contextualizan actos moralmente aberrantes para diluir la responsabilidad merced a un determinismo socio-económico, González aprovecha la oportunidad para sostener que “Renovar los pensamientos políticos en los movimientos populares, sobre todo los que vienen de legados de las izquierdas, implica volver a una idea de los acontecimientos que reconozcan el libre albedrío del ser político”.

Finalmente, nos permitimos llamar la atención de los productores de concursos de preguntas con suculentos premios, al estilo de de “¿Quieres ser millonario?”, sobre la frase siguiente: “El autor oculto, en su maniobra perversa, parecería triunfar en llevar las culpas hacia un lado de la incisión nacional ya creada por ostensibles autorías”. Nos parece que sería una frase ideal para interrogar a un eventual participante acerca de su significado. Quien la entendiera merecería cada centavo del premio final.


3 comentarios:

  1. Qué podés esperar? Sabés lo que debe ser estar casado con Liliana Herrero?

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  2. Peor es escuchar su versión de "Naranjo en Flor".

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  3. Eduardo Reviriego26 de enero de 2015, 8:31

    Esta muerte me hace recordar a la de Matteotti, si así llegara a ser, puede que en algún momento se asuman las responsabilidades, tal vez en la forma en que lo hizo Mussolini: "Asumo solo la responsabilidad de todo lo que ha ocurrido. Si el fascismo es una asociación criminal, yo soy su principal jefe". Faltaría dilucidar quien ha sido nuestro Farinacci.

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