En efecto, ya habíamos señalado la confusión entre Estado y Gobierno que subyace a la designación de Milani (acá se viene a militar). También habíamos señalado la confusión que subyace a sostener que quienes tienen cierta ideología, en este caso quienes son kirchneristas, pueden cometer delitos de corrupción (derecho penal para todos y todas). Ahora, la confusión consiste en que quienes expresan su apoyo al Gobierno pueden ser sospechados de haber colaborado con la última dictadura militar, para decirlo suavemente, sin que eso haga mella en sus aptitudes para ser designados en los más altos puestos del Ejército, como si Milani fuera algo así como un fascista, pero en el buen sentido de la palabra (otra vez parafraseando a Sacha Cohen). La posición de Bernetti nos hace acordar a ese cuento de Dolina en el que el árbitro cobraba los penales según el carácter moral del defensor, algo muy divertido pero sólo en la literatura, no en política.
En realidad, la confusión de Bernetti es quizás mayor, ya que en otro momento de la misma alocución, Bernetti reconoce que si Milani cometió un delito de lesa humanidad, entonces debería ir preso como todos los demás delincuentes, a pesar de sus simpatías políticas. Con lo cual, Bernetti suscribe a lo que en nuestra discusión sobre la defensa de Carta Abierta a Lázaro Báez habíamos llamado "La tesis de la motivación contraproducente" (tesis nro. 3, no disparen, es Báez), según la cual "la motivación de la denuncia no es la denuncia en sí misma sino deslegitimar al Gobierno, o en todo caso el motivo de la denuncia sólo se explica por la ideología opositora al Gobierno".
Esta tesis, más kantiana que Kant, es sorprendente, ya que según ella no podríamos denunciar a un vecino genocida si nuestra motivación fuera vengarnos porque hacía mucho ruido o dejaba la puerta del ascensor abierta o porque justo comulga con ideas políticas opuestas a las nuestras. Kant, vale la pena recordarlo, jamás creyó que la acción pierde todo valor moral si no iba acompañada de un propósito moral. En todo caso, sí creía que el valor moral completo de una acción dependía de su motivación, pero jamás sostuvo entonces que si no va acompañado de una intención pura o moral entonces el acto se vuelve irrelevante o incluso inmoral. Si hay que elegir, entonces, por las dudas el acto moral, y si tiene la intención correcta mejor. Quienes defienden esta estricta teoría motivadora hiperkantiana como Bernetti, Estados Unidos no podría haber entrado en guerra contra el Eje ya que lo hizo porque sus posesiones en el Pacífico estaban amenazadas, o como suele suceder, sus intereses económicos, y no porque estaba teniendo lugar un Holocausto. Si usara la tesis de la presunción de inocencia, Bernetti tendría que explicar hay varias decenas de militares procesados por indicios menos concluyentes que los que apuntan a Milani.
Además, Bernetti se olvida de que no sólo, yendo de mayor a menor, los fascistas, los golpistas y los liberales (si que existe alguna distinción para Bernetti entre estos tres grupos) se oponen a la designación de Milani, sino que incluso un kirchnerista como Verbitsky está en contra de la misma.
Bernetti podría insistir con el alfa y omega del kirchnerismo, el Ave María de todas las plegarias kirchneristas, es decir: Clarín es el diablo (tesis nro. 7, click). Pero tal como habíamos visto, hay un caso extremo que demuestra la puerilidad de este argumento. Hasta Hitler puede llegar a decir la verdad, aunque nadie deseara creerle, tal como lo muestra el caso de la matanza de Katyn. En efecto, Hitler tenía razón cuando protestaba a los cuatro vientos no haber matado a los 20.000 oficiales e intelectuales polacos encontrados muertos en los bosques de Katyn, porque la matanza fue realizada por los soviéticos. Nadie, por supuesto, tiene ganas de creerle a Hitler, pero las creencias no tienen nada que ver con las ganas (al menos por lo que se sabe hasta ahora de la psicología humana y del mundo).
Finalmente, siempre queda el credo quia absurdum, o "creo porque es absurdo". Pudo haber funcionado en teología (hablando de Roma), pero no puede funcionar para quienes desean ser convencidos por argumentos. ¿O sí? Veamos qué opinan nuestros lectores.
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