(N. de la R.: "halibut" no es "jabalí" sino un pescado; y en una escena anterior consta que las mujeres no tenían derecho a participar en lapidaciones)
El kirchnerismo, por obvias razones, ha cambiado de estrategia. Si bien no abandona la desautorización moral de sus críticos, a juzgar por las tapas recientes de algunos diarios afines, le ha agregado una dimensión política, según la cual aunque haya corrupción, no es sino el reflejo especular de la corrupción corporativa.
En rigor de verdad, no es una estrategia exactamente nueva. El kirchnerismo siempre ha tratado de reclamar superioridad moral en relación a sus adversarios debido a que representa al pueblo, y cuando nota que anda flojo de papeles, sean legales o morales, alega políticamente que sus faltas son necesarias y por lo tanto justificadas en la guerra que libra contra las corporaciones (como ya habíamos mencionado: delenda est Santa Fe). La respuesta sobre la corrupción golpe a golpe no es sino una variación del mismo tema. También habíamos visto que el hecho mismo de que estemos discutiendo sobre la justificación de la corrupción es un síntoma de que andamos muy mal. La comisión de un delito contra la administración pública, como la comisión de todo delito (excepto quizás aquellos que afectan la propiedad privada y el aborto), debería automáticamente interrumpir la discusión política, amén de sus graves repercusiones legales. El hecho de ganar las elecciones no es un ticket para cometer delitos (y si lo fuera, Macri en Capital podría reprimir a gusto, al menos por ahora).
Recordemos que el propio kirchnerismo utilizaba la teoría del culo limpio (algo irónica en este contexto de lavado) para denostar a los evasores que critican al Gobierno, asumiendo correctamente que todos debemos pagar impuestos (se te olvida). No parece haber razones por las cuales lo mismo no valga para el deber de abstenernos de cometer delitos.
El kirchnerismo, por otro lado, tiene mucha razón al sostener que la política es conflicto, por no decir polémica en el sentido literal o griego. Sin embargo, de ahí no se sigue que en la guerra vale todo, incluso tomando al término guerra en su sentido literal. Por el contrario, toda guerra amén del régimen que determina quiénes pueden participar y por qué razones y de qué modo (lo que en la jerga se suele denominar el derecho a la guerra o jus ad bellum), toda guerra, decíamos, contiene una serie de disposiciones que regulan qué se puede hacer durante la guerra (el derecho en la guerra o jus in bello). Hasta Hobbes, alguien que no suele ser entendido precisamente como un pacifista, creía que hay cosas que no se pueden hacer “ni siquiera en la guerra” (Elementos Filosóficos. Del Ciudadano, III.27, n.). Y estas prohibiciones sobre la guerra son lógicamente independientes de quiénes y de por qué pelean. Tales prohibiciones, precisamente, describen la conducta de quienes cometen crímenes de guerra.
La corrupción en el ejercicio de la función pública, continuando con la metáfora, viene a ser algo así como un crimen de guerra. Es una verdadera tautología sostener que no puede haber razón alguna que justifique la comisión de un delito, y menos de tal delito, y todavía menos en la escala en la que estamos discutiendo en estos días (malgré Diana Conti: derecho penal para todxs). De hecho, los penalistas, sobre todo los criminalistas críticos, con muchísima razón, se cansan de denunciar que mientras que los delincuentes de poca monta van a la cárcel por delitos cuya responsabilidad recae fundamentalmente en la sociedad, el así llamado delito de cuello blanco no sólo es muchísimo más dañoso para la sociedad misma sino que es apañado por los jueces.
Por otro lado, la estrategia de alegar bíblicamente que nadie puede tirar la primera piedra, esto es, la estrategia de devolver acto de corrupción por acto de corrupción, en lugar de ser una defensa termina siendo una auto-incriminación. Es como si los nazis trataran de justificar el Holocausto debido al Gulag soviético, o alguien quisiera defender al genocidio armenio en manos de los turcos mediante una comparación con el genocidio judío en manos de los alemanes. Da la impresión de que no es una buena estrategia.
Algunos proponen desplazar el eje de la acción hacia los actores y, con mucha razón, sospechan de los motivos de Clarín al denunciar la corrupción gobernante. Pero dicha sospecha, ciertamente acertada, es irrelevante. Equivaldría a criticar a los Estados Unidos porque entraron en guerra con Alemania pero por su propio interés (tal como ha sido su costumbre en todas las guerras en las que han entrado), y no para evitar el Holocausto, como si hubiese preferido entonces que no entraran en absoluto antes que hacerlo por auto-interés. O equivaldría a argumentar, tal como hizo Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, que el Imperio Británico había cometido actos tan aberrantes como los nazis en sus propias colonias. Es muy probable que sea cierto. ¿Se sigue entonces de ahí que los nazis tenían derecho a cometer las atrocidades que llevaron a cabo?
Sin dejar la cuestión del origen o autoría, el famoso eslogan Clarín Miente tampoco puede ser útil. Hasta Hitler puede decir la verdad, aunque nadie deseara creerle, tal como lo muestra el caso de la matanza de Katyn. En efecto, Hitler tenía razón cuando protestaba a los cuatro vientos no haber matado a los 20.000 oficiales e intelectuales polacos encontrados muertos en los bosques de Katyn, porque la matanza fue realizada por los soviéticos. Nadie, por supuesto, tiene ganas de creerle a Hitler, pero las creencias no tienen nada que ver con las ganas (al menos por lo que se sabe hasta ahora de la psicología humana y del mundo).
En realidad, la autoría del delito perjudica sobre todo al Estado. Si hay delitos imprescriptibles por el hecho de que son cometidos por funcionarios públicos mientras que los mismos delitos cometidos por manos privadas no lo son, ¿por qué es distinto el caso de la corrupción cometida por funcionarios públicos? ¿No deberíamos aplicar el mismo estándar? Si el terrorismo de Estado no es una redundancia sino que es peor que el privado, no parece haber razones para negar que con la corrupción debería suceder otro tanto.
Queda una eventual mención a la reciprocidad. ¿Acaso, dirá alguien, Clarín por el mero hecho de ser una corporación, no usa, por así decir, gas mostaza en esta guerra que libra contra el pueblo, y no queda alternativa que hacer otro tanto, para poder acabar con el Diablo, el enemigo de la Humanidad? Incluso suponiendo que la reciprocidad fuera atendible, cabe recordar que el Diablo puede tener buenos abogados constitucionalistas, pero el Pueblo en las últimas elecciones nacionales obtuvo el 54 % de los votos, con el Diablo a toda máquina maquinando en su contra (más allá de que Dios y el Diablo habían trabajado juntos varios años). Y, por supuesto, queda mostrar la relación de causalidad o necesidad entre la corrupción y la guerra contra las corporaciones. En realidad, la corrupción mata pero no a las corporaciones (todo lo contrario en realidad), sino a los individuos que viajan en tren, o simplemente se quedan en casa en un día de lluvia.
Muy interesante el ultimo parrafo.
ResponderEliminarSobre que ganar las elecciones sea un ticket libre a todo:
Porque el 54% que saco este gobierno es muestra de legitimidad?
Y porque el 64% que saco Macri no? (o parafraseando... da muestra que la mita de la capital da asco)
Muchos dicen que una muestra de la decadencia de la sociedad, es que mas del 70% elige a Tinelli (y el 64% a Macri). Algunos de estos, luego argumentan que el 54% del gobierno representa la voluntad popular y confirma el camino del modelo.
Si bien una cosa es la television, y otra una eleccion de gobierno. Ambas son elecciones populares.
70% Tinelli -> Sociedad decadente
64% Macri -> Sociedad gorila
49.9% Menem 95 -> Sociedad bananera
54% cfk -> "El Modelo"
50.6% Maduro -> Triunfo Popular
No importa la idelogia politica, una eleccion dice "si" en general al gobernante, y no da piedra libre a lo que sea.
Por ej, hoy mucha gente sostiene que no importa si la reforma de la justicia "roza" la constitucion, porque quienes la formulan y aprueban fueron elegidos por el pueblo.... paradoja interesante.
Me olvide, la escena de la pelicula es buenisima!.
ResponderEliminarSaludos
Por supuesto, se trata de "La vida de Brian" de Monty Python.
ResponderEliminarLa filósofa oficial, Florencia Peña, ya ha dictaminado sobre la corrupción:
ResponderEliminar"Yo no quiero opinar sobre la corrupción, pero me parece que lo importante es el modelo, no los dos o tres casos sobre corrupción."
Como buena oficialista, por lo menos debería haber dicho, "los 6,7,8"
Se nota que solo lee Página 12.
¿La corrupción es un problema estrictamente político o un problema moral?
ResponderEliminarMuy buen punto. En circunstancias normales, por así decir, la corrupción es una cuestión moral. Es decir, se trata de una conducta que nadie podría razonablemente querer que fuera universal y por lo tanto nadie en su sano juicio podría defenderla. En la terminología antigua, tan ilustrativa, es mala in se. Lamentablemente hay casos en los cuales se convierte en una cuestión política, esto es, es susceptible de debate, tal como está sucediendo ahora en este país. Por supuesto, vender una rifa de bomberos en un semáforo es una cosa, lavar miles de millones de dólares es otra. Las AUH podrían haberse triplicado quizás con ese dinero, o podría haber sido destinada esa suma a la educación y salud públicas, infraestructura, etc.
ResponderEliminarEn la palestra está la corrupción política, o sea el comportamiento ilegal de aquel que ocupa una función en la estructura estatal y utiliza esa estructura para obtener un beneficio propio, el cohecho, o la concesión de un empleos públicos o contratos públicos a familiares, o sea el nepotismo o el uso de fondos públicos para usos privados, o sea el peculado. Así la corrupción es vista en términos de legalidad e ilegalidad, y no de moralidad e inmoralidad. Esas prácticas dañan el funcionamiento de un sistema político, siendo un factor de disgregación del mismo, y tarde o temprano, conducen al desgaste de la legitimidad en que se apoya el sistema.
ResponderEliminarComo dice Luigi Ferrajoli, "Es claro que la corrupción política equivale a la violación de la ley por parte de los poderes públicos. En este sentido. supone una ruptura del paradigma del Estado de Derecho, que exige la sujeción de los poderes públicos a la ley, como también del sistema democrático, ya que la corrupción significa un doble Estado, y como fenómeno estructural comporta la lesión de todos los principios democráticos: la publicidad, la transparencia, la responsabilidad, la visibilidad del poder. Por lo tanto, la corrupción, la ilegalidad del poder en general, violan el principio mismo del Estado de Derecho y de la democracia.”
http://www.miguelcarbonell.com/artman/uploads/1/entrevista_a_luigi.pdf
Apoyo los comentarios, pero intentando entender las declaraciones de Florencia Peña, pienso que todos estamos de acuerdo en que no debe haber corrupción, nadie en su sano juicio defendería la corrupción. Lo que están haciendo los medios oficiales no es decir "estamos a favor del lavado de guita de Baez" sino mostrar el lavado de guita de Clarín, yo no escuche nunca que sostengan explicitamente que son positivos los hechos de corrupción. ¿Si todos estamos de acuerdo es un problema político?
ResponderEliminarCreo que Flor hizo una distinción interesante (hizo mal en decir que no le importaba la corrupción quizá)resalto que le importa más las decisiones y posturas políticas del modelo que los casos de corrupción. No creo que sea tan errado. Videla fue un gobernante para nada corrupto, Alfonsín también se caracterizo por serlo, y supongamos, imaginemos que el PRO sea un ejemplo de transparencia institucional. A la hora de votar ¿que pondríamos en la balanza su honestidad y transparencia o sus decisiones y orientaciones políticas?
Nos llegado este comentario anónimo: "Creo que Flor hizo una distinción interesante (hizo mal en decir que no le importaba la corrupción quizá)resalto que le importa más las decisiones y posturas políticas del modelo que los casos de corrupción. No creo que sea tan errado. Videla fue un gobernante para nada corrupto, Alfonsín también se caracterizo por serlo, y supongamos, imaginemos que el PRO sea un ejemplo de transparencia institucional. A la hora de votar ¿que pondríamos en la balanza su honestidad y transparencia o sus decisiones y orientaciones políticas?". El problema con esta opinión es que suscribe la tesis según la cual la democracia (entendida como mero resultado electoral) está por encima del Código Penal y de la Constitución. Y quizás ni siquiera sea un "problema". Quizás la mayoría de la gente deseara prohibir que se presenten ciertos partidos políticos. ¿Quizás entonces hay que hacerlo?
ResponderEliminarAndres:
ResponderEliminarNo hay dudas de que prohibir a determinados partidos, sería un acto de corrupción política, en cuanto se estarían corrompiendo las instituciones de la democracia, en el sentido que le da la cita de Ferrajoli.
Yo no compenso corrupción por decisiones políticas y menos aún en el caso del actual gobierno kirchnerista, en el que muchas de las decisiones políticas -ley de medios, democratización de la justicia, blanqueo de capitales, etc- intentan lograr impunidad para los actos de corrupción.
A la larga la corrupción debilita al gobierno,y se termina en una crisis, que paga toda la sociedad, menos generalmente los corruptos.
Florencia Peña al menos tiene la valentía de dar la cara y decir exactamente lo que piensa. Pero la valentía es sólo una de las virtudes, y no implica la existencia de las demás.
ResponderEliminarEn circunstancias normales, por así decir, la corrupción es una cuestión moral? Me resulta algo extraño: 1- ?existe alguna circunstancia en la cual el fraude al Estado no vulnere la idea de representación? eso no es un problema político? -por mi parte, me remito a lo que Rousseau dice sobre los ingleses-. 2- la acumulación de riqueza en pocas manos -dejando de lado el modo fraudulento- ?no se convierte en acumulación de poder que simultáneamente genera dominación? ?no es eso un problema político?
ResponderEliminar3- nunca sera lo suficientemente cínico el que los apologetas de lo popular justifiquen, tal como ya mostró en la entrada de Conti y anteriormente con la patafisica de Forster y Gonzalez, la privatización de la política. Ni hablar de la democaretizacion de la justicia.
Hay un malentendido. Es obvio que todo delito contra la administración pública afecta al Estado y por lo tanto es político, tan obvio que supusimos que no era lo que estaba en juego. Lo más interesante es distinguir entre cuestiones morales y políticas en términos de su fundamentación. Mientras que el núcleo de la moralidad es incontestable para una persona razonable (v.g. la prohibición del homicidio), la existencia misma del Estado es una cuestión política porque tiene sentido discutir al respecto, es contestable. El anarquista cree que en el fondo es una cuestión moral, ya que el Estado es inmoral. Pero al menos tiene sentido discutir sobre la obligación política. No tiene sentido discutir sobre el homicidio. Fue por eso que dijimos que la corrupción es una cuestión moral (con obvios efectos políticos ya que atañe al Estado, pero tampoco era lo que estaba en juego: el Holocausto tuvo efectos políticos y en ese sentido es político, pero nadie en su sano juicio podría intentar justificarlo en términos morales), y sin embargo hay algunos que quieren convertirla en política devolviendo golpe por golpe.
ResponderEliminarPor las dudas: jamás estuvo en juego que la distinción entre moralidad y política equivale a "insignificante" e "importante" respectivamente. Lamentablemente, últimamente algunos cuando creen que no hay nada en juego entonces dicen que se trata de una cuestión "moral", y/o cuando nada ni nadie se encarga de velar por el cumplimiento de un acto, entonces dicho acto es meramente "moral". Tampoco fue lo que estaba en juego.
ResponderEliminarTalvez sea que su caracterización de la moral no me resulta convincente, o me parece poco interesante. No se cuanto sentido tiene un valor que nadie puede razonablemente negar, no me siento capaz de creer en tal cosa. Suelo pensar que todo valor o concepto interesante es histórico, y tiene sentido solo para alguien -empezando por la razonabilidad de alguien y el sujeto mismo-. Son amores...Si es tan amable, me gustaría saber de donde proviene su caracterización de la moral. Por otra parte, ?ser tan exigentes a ese nivel y luego pasar a otra esfera política autónoma? Es un poco como los principios de Groucho Marx. Saludos.
ResponderEliminarRespecto de lo anterior, nada mas notar lo cínico que me parece quien toma aire con la autonomía de la moral cuando se gano toda la legitimidad -como fue y es el caso del kirchnerismo- moralizando la política. Le puedo creer la autonomia a un tipo con dos veddetes y una ferrari, pero ?a los reyes de los DDHH? Ni hablar de que se trata del partido de la justicia social, en fin...
ResponderEliminarSigue el malentendido. Por supuesto que es poco interesante la moral para la filosofía política. Nadie niega en su sano juicio el homicidio, lo que niega es si la guerra o el aborto lo son. Sobre el amor, sólo el que se ame muy poco puede justificar el homicidio, sobre todo el propio. La bibliografía de Ética 101 tendría obras de y sobre Aristóteles, Kant, Mill, etc. El punto es, la moral existe, pero no puede resolver conflictos políticos. La moralización de la política es muy común lamentablemente, pero la crítica misma supone que la política es autónoma, y en todo caso la culpa es del que moraliza, no de la política en sí misma.
ResponderEliminarEn cuanto a mi, la critica no supone la autonomía -no le encuentro sentido- sino a la hipocresía de quienes actúan de acuerdo a ella legitimándose en lo contrario. Entiendo que su comentario respecto de la autenticidad de Florencia Peña se refería a algo relativo a esto. Peña dice explicitamente que no le interesa fingir un standart moral irrelevante a los fines. Me parece evidente que esta concepción -en sentido estricto- no es ni la del Frente para la Victoria ni la del Justicialismo. La base de su ideología es moral, desde su caracterización de universal irrecusable racionalmente dudo que alguien se oponga a la justicia social. Insisto, yo no veo un problema en que sea moralizante o que defienda la autonomía, la cuestión creo que es si esto puede ser otra cosa que una cuestión de fuerza y que la legitimidad de la autoridad realmente pueda ser algo realmente relevante.
ResponderEliminarNo entraría tanto al campo de la moral, o de la ética, como prefiere denominarse cuando se habla de lo político, puesto que es incursionar en un terreno embarrado, donde muchos, todos los días, y bien temprano, se dedican a "regar la cancha". Por eso prefiero situar la cuestión en el ámbito de lo legal o lo ilegal, que me parece que resulta más útil para delimitar bien las acciones que deben ser repudiadas.
ResponderEliminarTratar de acotar o ningunear la magnitud actual de la corrupción política, resulta cuanto menos infantil. Puesta en evidencia, con mayor fuerza e iluminación que antes, una extensa y antigua red de corrupción, dedicada ente otros negocios, al lavado de dinero non sancto, el gobierno, que aparece totalmente desinteresado, sin embargo vaya si está conmocionado, y ahora parece que no considera como suficiente su plan de impunidad, de "democratizar la justicia", puesto que ahora prepara una cobertura mayor, con el proyecto de ley de blanqueo de los fondos de ese dinero mal habido, proyecto pomposamente denominado, para no desentonar con el relato: "Autorización para la emisión del bono argentino de ahorro para el desarrollo económico, el pagaré de ahorro para el desarrollo económico y el certificado de depósito para inversión".
La pregunta del millón: ¿El 54% votó eso?
Estimados:
ResponderEliminarComo siempre, buen post, muy interesante.
Tengo un pedido para el equipo de la Causa: ¿podrían comentar este artículo que salió en Página12 ayer? Me parece que hay muchas cosas para decir. Gracias!
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-219872-2013-05-13.html
Sergio, muchas gracias por tu comentario. En La Causa tenemos una muy estricta política de no hacer comentarios a pedido, pero se debe a que nunca habíamos recibido un pedido. Ahora que lo hemos recibido nos damos cuenta de que es una excelente idea. Es más, vamos a inaugurar una nueva sección, con su propia etiqueta, cuyo nombre muy probablemente sea "A Pedido". Nos vemos en la obligación de aclarara que el equipo de La Causa está comenzando a sentir el esfuerzo en esta verdadera causa perdida, como no podía ser de otro modo. Dicho sea de paso, uno de los miembros de La Causa quiso cortarse solo como uno de los Nocheros (no recordamos ahora su nombre) y publicó esta nota, la cual guarda cierto parecido con la entrada de La Causa de más arriba: http://opinion.infobae.com/andres-rosler/2013/05/12/en-materia-penal-cualquiera-puede-tirar-la-primera-piedra/
ResponderEliminarAmigos de la Causa, me pone muy contento la idea de una nueva sección. Gracias por la reflexión que alientan a través de las notas y posts. Saludos!
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