Por un lado, algunos, como el presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados, Roberto Feletti, sostienen que al Gobierno no le interesa la suba del dólar ilegal. En el fondo, se trata de un mercado que afecta con toda la fuerza a un diez por ciento de la población, i.e. a las personas capaces de ahorrar. Al resto de la población, el noventa por ciento restantes, lisa y llanamente no les importa la depreciación constante de su moneda y una tasa de inflación de entre veinticinco y treinta por ciento. En realidad, tienen que gastar absolutamente todo su ingreso, ya que apenas sobreviven o bien no pueden ahorrar con semejante inflación. Si éste fuera o quisiera ser o seguir siendo un país de clase media (tal como se creía hace cincuenta años), esta distribución del ingreso sería un problema. Pero como no lo es, la falta de ahorro y la ubicuidad del consumo son buenas noticias.
Por otro lado, sin embargo, no faltan los que sostienen que en realidad al Gobierno sí le preocupa la subida del dólar ilegal, y es por eso que mantiene un diálogo constante con los delincuentes que a pesar de la prohibición obtienen grandes ganancias merced a dicha prohibición en el mercado negro (o azul como se lo suele llamar hoy en día; sobre la naturaleza de la prohibición de comerciar divisas ya nos habíamos pronunciado: en julio, en mayo y otra vez en julio). El Gobierno, entonces, oscila entre la denuncia de la criminalidad y la negociación con la misma (de hecho, acaba de sancionar una ley en la que aprobó un tratado con Irán en relación a la causa AMIA, algo que hemos comentado a menudo en este blog). La última novedad es que el Gobierno ha pedido un feriado cambiario ilegal a los delincuentes (click).
Más allá de la pintoresca contradicción, el diálogo entre nuestras fuerzas del orden y los delincuentes nos hace acordar a una gran película en la que trabaja Peter Sellers, "The Wrong Arm of the Law" (1962), en la que Scotland Yard y los caballerescos delincuentes llegan a un acuerdo para celebrar una tregua de veinticuatro horas y de ese modo concentrar sus fuerzas en contra de otros delincuentes, muy poco caballerescos, que se hacen pasar por policías y que roban a los delincuentes honestos. Lástima que la película de Peter Sellers es muy cómica, mientras que la política económica del Gobierno no lo es tanto, o lo es, pero peligrosamente. No vamos a decir cómo termina la película, en un caso porque lo sabemos y en el otro porque lo tememos.
A continuación subimos la película, de la cual recomendamos a quien no quiera verla entera que vea aproximadamente a partir del minuto 46 (hasta por lo menos el minuto 52), cuando la policía y los caballerescos delincuentes se encuentran en una calesita.
Una mezcla exitosa entre cine de antaño y nuestra realidad ciclicamente trágica.
ResponderEliminarMuchas gracias. Totalmente de acuerdo.
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