Las siguientes y breves reflexiones de Eugene Garver (ya hablamos de su libro: click) sobre la tragedia aristotélica (pp. 138-9) muestran que fuimos injustos con Malmaldian en este blog (click). Por un lado, existe la concepción según la cual la caída trágica proviene de un error cometido por quien sufrirá precisamente la tragedia. Nuestro destino depende de nuestros errores, es la imperfección la que provoca la pérdida. Fue ésta la concepción que nos llevó a criticar a Malmaldian. La tragedia, entonces, es el desarrollo de las consecuencias inevitables de un verdadero defecto trágico. Por otro lado, la tragedia puede ser entendida en términos de la suerte moral, de las contingencias de los choques entre las personas, proyectos o valores, e incluso de las consecuencias imprevistas de nuestras acciones. Malmaldian, como vimos, mal puede argumentar algo semejante en su caso. Pero existe una tercera posición (como ya sabíamos gracias al Tercer Mundo, al peronismo, al laborismo de Blair o a "Hechizo de Luna": click), que en este caso es también aristotélica: la tragedia proviene de un error, pero este error no es reprochable. Ni el determinismo ni el azar pueden explicar la tragedia aristotélica de Malmaldian. No habría nada noble, de la magnitud apropiada para una tragedia, si Malmaldian, al patear un pedazo de madera y arrancara un pedazo de pierna de un juez de línea, enfrentara un universo determinado o fortuito.
Muchas gracias por el comentario. Apenas pueda la leo. Andrés
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